Las microfinanzas en los últimos diez años

Fernando Guzmán*
En diciembre de 2006, las 20 microfinancieras afiliadas en la Asociación Nicaragüense de Instituciones de Microfinanzas (Asomif) servían a un total de 307,693 microempresarios que manejaban un total de US$178,886,200 con préstamos promedios de US$581. En ese momento nos preparábamos para entrar en la época más difícil que hemos vivido en este sector, al tener que afrontar la fuerte reducción de recursos generada por la crisis financiera internacional de finales de esa década que inició en el 2008, a lo cual vinieron a sumarse las dificultades creadas por el Movimiento de No Pago, que surgió en esos días y se mantuvo por varios años.

Como resultado de ese periodo crítico, la mayoría de las IMF limitamos nuestras operaciones de manera drástica, de manera que cinco años después, al cierre del 2011, la cartera estaba en US$163,810,300; el número de microempresarios atendidos también cayó a 242,687 y para poder sobrevivir fue necesario cerrar agencias en los municipios más pobres del país y contraer la cartera del sector agropecuario nacional. Fue un período de resistencia para sobrevivir, lo que se logró gracias al compromiso y el sacrificio de todos los colaboradores de las instituciones que existían en ese tiempo, algunas de las cuales no soportaron las dificultades y cerraron sus operaciones, con el consecuente perjuicio para sus clientes.

La solución de esa crisis exigía la formalización del sector, lo que tenía como condición primaria la creación de una ley especial para las microfinanzas (Ley 769: Ley de Fomento y Regulación de las Microfinanzas), que tuvo como objeto principal estimular el desarrollo económico de la micro, pequeña y mediana empresa del país, así como regular la intermediación financiera y la prestación de otros servicios financieros. Para estos fines y la administración de la Ley se creó la Comisión Nacional de Microfinanzas (Conami). Los dirigentes del sector dedicamos todos nuestros esfuerzos a la elaboración de esa ley para que respondiera a las verdaderas necesidades de los sectores de menores ingresos.

Habiendo desaparecido las circunstancias económicas y sociales que causaron la crisis, al inicio de la actual década, ya hubo condiciones para iniciar una nueva etapa de crecimiento de las actividades de microfinanzas en el país, y así lo entendieron los proveedores internacionales de fondos, los que volvieron a acercarse a las instituciones que continuaron laborando. Pero para ello fue necesario entrar a la nueva etapa de instituciones reguladas, algo a lo que no estábamos acostumbrados y que exigió nuevos esfuerzos, capacitación y costos que pusieron nuevas presiones a todas.

Nuevamente se puso a prueba la capacidad de resistencia y compromiso del personal de la industria, de manera que las 24 afiliadas que integran Asomif en este momento presentan a diciembre 2016 una cartera aproximada de US$430,000,000 con 524,990 clientes, los que recibieron préstamos promedios de US$819; todo esto significa que diez años después, nuestras IMF han ampliado su cobertura global atendiendo 217,000 (70%) más clientes y que manejan un saldo que se incrementó en US$250,000,000 (140%) con relación al 2006.

Si bien esos indicadores son una prueba evidente del buen comportamiento de la industria en los últimos años, y por lo tanto de su importante aporte al desarrollo del país, para el futuro inmediato se nos presentan varios retos que habrá que enfrentar con dedicación para asegurar que las microfinanzas continúan cumpliendo con su misión de apoyo al desarrollo de los sectores más pobres y necesitados del país.

*Vicepresidente de Asomif

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