"Nicaragua necesita una política de apoyo financiero a las mujeres para sacarlas de la violencia en el hogar"
Wendy Álvarez Hidalgo / 18/09/2017 / La Prensa
Antes de obtener un préstamo de 2,000 córdobas, que con el pasar de los años la convertiría en una gran comerciante, la vida de María López —nombre ficticio para proteger su actual situación— estaba destrozada. A los 16 años se casó con un hombre que casi le doblaba la edad.
Tras asumir ese compromiso matrimonial a temprana edad, María concluyó el bachillerato, estudió un secretariado técnico, pero su sueño de convertirse en licenciada en Derecho se truncó. Al poco tiempo de casada su vida se convirtió en un infierno.
Cegada por el amor o por el apego a su esposo, María cuenta que nunca le puso límite a los gritos y golpes a los que su pareja la comenzó a someter cinco años después de haber contraído nupcias. “Los empujones yo los miraba normal, pero a medida que pasaba el tiempo ya no solo eran gritos y empujones, sino que eran golpes”, relata.
Las cicatrices aún son visibles en su cuerpo y la acompañarán en el resto de vida. No solo perdió la capacidad auditiva a causa de la violencia a la que fue sometida sino que también su matriz, debido a una infección de transmisión sexual, tuvo que ser extraída.
Luego de un tiempo, María sabía que ya no era el amor lo que la ataba a su verdugo, sino su dependencia económica. Él generaba el ciento por ciento del ingreso del hogar, del cual dependían no solo ella sino también los dos hijos que nacieron del matrimonio.
“Él era ingeniero y ganaba muy bien y decía que no había necesidad de que yo trabajara. Cuando un hombre te mantiene vos te mantenés reprimida, no tenés derecho a opinar, ni a decidir. Cuando opinaba sobre algo que no estaba de acuerdo, me decía: ‘Si no te parece, las puertas están abiertas. Ya sabés por dónde entraste y por ahí podés salir’”, afirma María.
A medida que pasaban los años, la situación en el hogar iba empeorando. El verdugo se volvió más violento y ahora no solo se ensañaba con María sino también con sus hijos, a los que no les garantizaba ni siquiera los tres tiempos de comida. Pasaban hambre y mucho sufrimiento.
Ante esa situación María tuvo que salir a las calles a trabajar como doméstica, pero cuando regresaba a su casa por las noches su marido la golpeaba porque la acusaba de infiel y la ultrajaba sexualmente.
“Se volvió alcohólico. Empezó a perder sus trabajos y lo poco que teníamos él lo destrozaba. Estábamos completamente en la miseria”, afirma.
Después de 10 años de violencia, todo cambió en la vida de María un 30 de noviembre de 2002. Una amiga la llevó a un programa de financiamiento de Promujer en León, donde obtuvo un crédito de 2,000 córdobas.